

Aunque duela

Nelson Retamales Tirado
Hay que dar hasta que duela, decía nuestro Santo, el Padre Alberto Hurtado y, parafraseándolo a él, con algunos matices, en noviembre hay que votar -en primera vuelta- aunque duela, por alguien que, si bien no nos satisface a plenitud, nos puede salvar de la amenaza real que significa un gobierno de ideología totalitaria, curiosamente jaspeado con partidos que se dicen democráticos y hasta uno que se apellida cristiano. Y, en la segunda vuelta de diciembre, lo mismo, aunque duela más.
Y hoy, nos enfrentamos a la disyuntiva de elegir -lamentablemente- entre dos polos y si son polos, son opuestos, aunque dicen, los extremos se unen. La elección presidencial -y, por qué no, también la parlamentaria- es de vital importancia para el futuro de nuestra Patria.
Con habilidad, de una parte, e ingenuidad de la otra, la Democracia Cristiana entregó su alma por un puñado de votos que, ni siquiera le servirán para salvar los cupos parlamentarios que buscaba y no reelegirá todos aquellos que quería, porque simplemente, no se lo permitirán. Con ello, con el mote de haber traicionado sus principios tal y como se los enrostró el propio ex presidente Frei Ruiz-Tagle, terminan quebrados moral e ideológicamente, entregando su alma humanista cristiana, -con la que nacieron para enfrentar al totalitarismo marxista- a la izquierda radical.
Ha dicho la candidata oficialista -que ahora apoya la menguada DC- que ella no proviene de la cultura del odio, ¡así, sin sonrojarse!, pero olvida que, ella muy joven, abrazó una ideología totalizante que promueve la lucha de clases y, en la imposición de dicha ideología, miles de personas fueron quedando en el camino, asesinadas o desplazadas a otras regiones del mundo, como ocurre hoy mismo en Cuba, de la cual ha huido casi la mitad de sus habitantes buscando libertad, progreso y, por sobre todo, comida, porque allá, se mueren de hambre con su escaso ingreso per cápita y con la limosna que les otorga el gobierno.
La misma realidad, viven Venezuela y Nicaragua y vivió la Alemania Democrática -que era la comunista- en la que muchos arriesgaron sus vidas por la libertad y cayeron vilmente asesinados tratando de cruzar el muro de Berlín hacia la Alemania Federal, pero no alcanzaron a abrazarse con sus hermanos “fascistas” que gozaban de libertad, alta educación y posibilidades ciertas de progreso según sus capacidades.
En síntesis, la ideología que -según la candidata oficialista- no proviene del odio, ha causado millones de muertos en el mundo, y, en Chile, fue rostro del octubrismo, que intentó dar un golpe de Estado en plena democracia, destruyó inmobiliario público, quemó Iglesias y atacó a mansalva a los defensores del orden y, en retribución, el gobierno les otorgó pensiones vitalicias.
Esa ideología “de amor” no oculta su simpatía por regímenes dictatoriales en los que se violan los derechos humanos en forma sistemática y la propia postulante cree que Cuba es una democracia, distinta, pero democracia al fin, explicación, que un chileno, por modesto que sea, no comulgará, simplemente, porque es una rueda de carreta.
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