

Dos polos

Por Nelson Retamales Tirado
Si la vida fuera sólo de dos polos económicos, socialismo y libre mercado -capitalismo- no habría por dónde perderse al momento de elegir (para los legos, estoy hablando de sistemas económicos y no de sistemas políticos).
Lo hemos estudiado, lo hemos visto y lo hemos vivido, el socialismo ha traído pobreza, destrucción, desempleo, hambre y persecuciones políticas y, aunque el capitalismo tampoco es perfecto -ya que existe desigualdad- el carente no es tan pobre y tiene la posibilidad para, con esfuerzo, surgir y obtener movilidad social, cuestión que no ocurre en el socialismo, en el cual sólo tiene derecho a promoción, el adepto al régimen y, como todos sabemos, no hay libertades ni rotación de autoridades.
El próximo noviembre, nuestro país se enfrentará a una crucial decisión: mantener un gobierno con el sello del actual que, digámoslo, no ha sido el que Chile esperaba y se ha notado el retroceso político y económico, especialmente en el aumento de la deuda pública, de la pobreza y de la burocracia estatal y, la disminución de la economía y de los puestos de trabajo -como nunca, en períodos normales- versus, un sistema económico libremercadista, que también lo vivimos y que nos trajo tanto progreso.
La explicación la encontramos en las definiciones de ambos sistemas económicos pues el capitalismo se basa en la propiedad privada de los medios de producción y en la libre competencia en el mercado; en cambio, el socialismo es un sistema económico en el que los medios de producción son propiedad del Estado -todos sabemos lo ineficiente que es el Estado para administrar bienes- y que persigue una distribución equitativa de la riqueza para eliminar las desigualdades económicas y sociales, planificando centralizadamente, con el Estado interviniendo la economía, con claras desventajas para el pueblo, en beneficio del enriquecimiento de los jerarcas, como se puede apreciar en Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Con este tipo de economía, los capaces, los que se sacrifican estudiando para mejorar su condición, no tienen mayor opción, porque está condenado a la igualdad forzada, pese a las diferencias que la propia naturaleza le ofrece.
Pero el sistema económico debe ir aparejado con el sistema político que, de los más frecuentes, indudablemente que el democrático es el mejor -o como he escrito otras ocasiones, el menos malo- con clara separación de poderes y respeto a la vida y a la dignidad humana, y no el comunista que busca una sociedad sin clases y que termina en un totalitarismo feroz en que el Estado controla las decisiones políticas y asume el control absoluto de la sociedad, incluyendo la vida privada de los ciudadanos.
Parece campaña del terror, pero no, todo esto está debidamente avalado en cientos de miles de trabajos de politólogos y, el mejor ejemplo es que, tal doctrina sobrevive sólo en un puñado de naciones en el mundo, con la excepción de aquellas potencias que se dicen comunistas, pero que son más capitalistas que las mejores.
En noviembre deberemos elegir entre dos sistemas ya conocidos y cada ciudadano tendrá la libertad de elegir entre ellos, los que reflejan el aspecto político -que a pocos importa- y el económico, que es de vital importancia para las familias.
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