Hora de decisión
Nelson Retamales Tirado
El próximo domingo se decide el futuro -al menos por los próximos cuatro años- del país. Leo las redes sociales, miro la franja política y converso con mucha gente y veo que algunos, varios en verdad, son -como dicen en el campo- cerrados de mollera.
Está bien que cada uno tenga su posición y la defienda, pero no está bien que, como lo hace la gente de izquierda, se desprestigie, menosprecie y se trate como seres inferiores, a quienes no piensan como ellos y, peor todavía, no está bien que no tengan un mínimo de capacidad objetiva de reconocer que su candidata es la continuación de un gobierno que sólo ha traído retroceso a Chile y ha permitido el ladroneo insaciable de algunos que, por primera vez -y espero que última- llegaron administrar un país sin siquiera tener las competencias mínimas deseables, pese a la mentada superioridad que reclamaron y que no han sido capaces de demostrar.
Por mis columnas he recibido comentarios despectivos y, entiendo, lo son de gente sin principios y sin mayor cultura -ésa que no se vende en las farmacias ni se obtiene en la universidad- de modo que, si reaccionara molesto, sería uno más de ellos. Un día, comprando pan en La Rosa, una dependiente me dijo, “Buenas tardes, profesor, ¿que lleva hoy?”. Una tipa que se hallaba ahí gritó “si este señor es profesor, yo soy la reina de Saba” y se fue vociferando. Yo no soy ningún dechado de virtud, pero tampoco soy un iletrado, menos, de esos que caen en tal imbecilidad porque, la idiotez -en la antigua escala de CI- era poco menos que infrahumana.
Ésa es una actitud típica de los que se creen dueños de la verdad, esencia del totalitarismo al que buscan llevarnos y que en nuestro país no les será posible. Tuvieron su cuarto de hora y lo desperdiciaron, justamente, por incapacidad, tanta, que debieron recurrir a despreciados políticos para intentar salvar la gestión.
Pero la democracia -que es imperfecta- lo permite, no así el comunismo que, llegado al poder por las urnas, se entroniza, somete al pueblo a la miseria y no permite nunca más elecciones libres.
Por ser imperfecta, la democracia nos lleva a tomar decisiones también imperfectas, pero siempre es mejor tomar una opción -aún contra nuestro ser- que renunciar a elegir, porque nadie puede decidir por nosotros y no está bien que haya quienes llamen a votar nulo y blanco -o no ir y pagar la multa- porque eludimos hacernos cargo de nuestro futuro.
En segunda vuelta, hay sólo dos opciones y tenemos que optar, necesariamente: una es recuperar esa educación que fue orgullo nacional; restablecer el desarrollo económico junto con el empleo; terminar la mediocridad y la corrupción; poner en el aparato estatal a los más capaces y no pitutos; poner fin a la delincuencia, el terrorismo y el narcotráfico que nos agobian, de la mano de los inmigrantes irregulares y; luego de un largo etcétera, recuperar la tasa de fecundidad y evitar muertes esperando en largas listas, para atención médica. La otra, es el continuismo de lo que ya conocemos.
Objetiva, numérica y patrióticamente, una perderá, y lo sabe.
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