

EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO EN NIÑOS DE 2 A 5 AÑOS.

Por Pablo Jara Quinteros. Profesor de Educación Física, Magister en Gestión deportiva. pablojaraquinteros@gmail.com
Hola, ¿Cómo están? Continuando con el tema sobre el desarrollo del movimiento en los niños, este vez toca el turno a los niños de 2 a 5 años.
El desarrollo motor durante la primera infancia es un proceso fundamental que permite al niño explorar su entorno, adquirir autonomía y sentar las bases de aprendizajes futuros. De acuerdo con Gallahue (1989), “el movimiento es el medio primario a través del cual los niños aprenden acerca de su mundo”. En este sentido, comprender cómo evolucionan las habilidades motoras entre los 2 y 5 años permite no solo valorar cada logro, sino también diseñar experiencias educativas y de estimulación adecuadas. Importante son sus estudios en donde destaca la existencia de diversos estadios en cada una de las fases. En esta fase de habilidades motrices básicas, que va de los 2 a los 7 años, destaca tres estadios: inicial, elemental y maduro en las habilidades de correr, arrojar, atajar, patear y saltar.
Siguiendo con el desarrollo del niño, durante el primer y segundo año de vida, el niño logra pasar de pasos inseguros a caminar con mayor firmeza, empieza a empujar y arrastrar objetos, a subir pequeños escalones y a correr de manera incipiente.
Durante este periodo no serán sólo los niños/as los que experimentarán nuevos cambios; también los padres y la familia experimentan una nueva forma de percibir a su pequeño. Lo primero que salta a la vista es que “su bebé” es más autónomo y puede hacer muchas cosas por sí mismo. Su capacidad de andar, conquistada este mismo año, es ahora mucho más firme y segura. Así lo percibe el propio chiquillo, que no pierde ocasión para lanzarse a “correr”, a pesar de que en estas “carreras” acabe muchas veces de bruces en el suelo (Marta Sadurní 2008, El desarrollo de los niños).
En el ámbito de la motricidad fina, se observa la capacidad de tomar objetos pequeños con mayor precisión, construir torres de dos o tres cubos y realizar los primeros garabatos (Papalia, Wendkos, & Duskin, 2012).
Entre los dos y tres años, la coordinación motriz mejora significativamente. Los niños corren con mayor seguridad, saltan con ambos pies y comienzan a lanzar y patear pelotas. En cuanto a la motricidad fina, son capaces de hojear libros, enhebrar cuentas grandes y utilizar la cuchara con mayor control. Harrow (1983), nos dice que “el desarrollo psicomotor depende tanto de la maduración neurológica como de la práctica y la estimulación”, destacando la importancia del entorno en esta etapa.
En los 3 a 4 años de edad, se observa un mejor dominio del equilibrio y la coordinación. El niño sube y baja escaleras sin ayuda, salta en un pie durante algunos segundos y comienza a pedalear triciclos. Sus habilidades manuales le permiten copiar formas simples, construir torres más altas y usar tijeras con cierta ayuda. Según Gallahue (1982), el progreso en estas áreas refleja la integración entre la maduración biológica y la experiencia motriz acumulada.
Y entre los 4 a 5 años, el movimiento alcanza un nivel de mayor dominio y precisión. Los niños corren con soltura, saltan obstáculos, mantienen el equilibrio en un pie y atrapan pelotas de mayor tamaño. A nivel de motricidad fina, dibujan figuras humanas básicas, copian cuadrados y comienzan a escribir algunas letras. El Ministerio de Educación de Chile (2018) sostiene que estas experiencias son clave para fomentar la independencia y la confianza en sí mismos, pilares del aprendizaje posterior.
El desarrollo motor en esta etapa no debe entenderse únicamente como un proceso físico, sino como una base integral para el crecimiento del niño. Favorece la autoestima, fortalece la coordinación visomotora y facilita aprendizajes cognitivos y sociales. Tal como lo plantea Papalia et al. (2012), “las destrezas motoras no son un fin en sí mismas, sino un medio para que el niño se relacione con su entorno y con los demás.
El movimiento en los primeros cinco años de vida constituye un lenguaje inicial mediante el cual los niños descubren, experimentan y construyen su identidad. Acompañar este proceso con estímulos adecuados, juegos al aire libre, actividades artísticas y experiencias de exploración resulta esencial para un desarrollo armónico y pleno. Hasta la próxima.
Pablo Jara Quinteros
Profesor de Educación Física
Magister en Gestión deportiva
pablojaraquinteros@gmail.com
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