
Los ciclos: cerrar y soltar… “Cerrar un ciclo en familia es encender una luz pequeña que ilumina lo vivido y abre un camino nuevo para lo que viene.”

Por Daniela Foster – Orientadora Familiar Sistémica
Cuando estamos terminando este año 2025, muchas niñas, niños y adolescentes, muchas familias, se enfrentan a las emociones, a todo lo que implican las actividades de fin de año. No es solo el cierre escolar lo que se mueve: es la sensación de haber recorrido un camino que, de pronto, nos pide detenernos, mirarnos, agradecer y despedir.
En la mirada sistémica entendemos que la vida está hecha de ciclos: comienzos, transiciones y cierres que nos ordenan y nos permiten darle sentido a lo que vivimos. Tu familia, mi familia, todas las familias con su historia única, transitan estos pasajes marcados por pequeñas y grandes experiencias que dejan huellas. A veces avanzamos sin darnos cuenta; otras, necesitamos mirar en silencio para entender qué quedó atrás y qué nos está esperando.
Los ritos familiares son esos gestos que, aunque simples, tienen el poder de sostener la emoción colectiva. Pueden ser una comida de cierre donde cada integrante comparte algo que aprendió, una sobremesa donde se recuerdan anécdotas que hicieron reír o llorar, o incluso una caminata al atardecer donde se respira profundo para soltar lo que dolió.
Estos ritos no son decorativos: son estructuras afectivas. Son el lenguaje simbólico que las familias utilizan para decir: “Estamos juntos, hicimos lo mejor que pudimos, y ahora dejamos espacio para que lo nuevo llegue”. En ellos se valida la emoción, se reconoce el esfuerzo y se construye un puente entre lo vivido y lo que vendrá.
El fin del ciclo escolar es especialmente significativo. No es solo un cuaderno que se cierra, sino un capítulo vital que transforma a cada niño, cada adolescente y cada adulto que los acompaña. La familia se convierte en un espejo donde se reflejan los miedos, los logros, las frustraciones y las esperanzas. Cuando una familia crea un ritual de cierre —una cena sencilla, una foto anual, un pequeño brindis, un abrazo colectivo, está enseñando algo profundamente humano: que la vida merece ser mirada con respeto.
Los sistemas familiares necesitan estos momentos para reorganizar su energía interna, para redistribuir roles, para reconocer su capacidad de adaptación. Un rito, por pequeño que sea, nos recuerda que no corremos solos. Que hay un “nosotros” que sostiene, que acompaña, que da sentido.
En sistémica se considera familia, el grupo de personas que te acompaña en los ciclos vitales, que te cuida, que te fortalecen y te ayudan a desarrollarte. Una familia puede ser un amigo, un compañero de trabajo, tu curso, hay personas que consideran a una linda mascota como familia y apoyo emocional, pero el ser humano necesita de vínculos humanos.
Quizás este fin de año podamos detenernos un instante y preguntarnos:
¿Qué ciclo termino hoy?
¿Con qué parte de mí quiero reconciliarme?
¿Qué agradezco y qué dejo ir?
Porque cerrar un ciclo no es un adiós.
Es un ritual de cuidado.
Es un acto de amor.
Es el modo en que la familia, ese pequeño sistema lleno de historias y afectos, se prepara para abrir nuevas puertas sin olvidar las huellas que lo trajeron hasta aquí. [recuerden que familia…no son solo lazos sanguíneos, tiene que ver con vínculos]
Este mes se cierran ciclos, que son vitales dejar atrás tomar el aprendizaje y avanzar a nuevos ciclos aun cuando duelen, siempre con la esperanza que son parte de tu camino y soltar cuando corresponde.
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