
MALA GESTIÓN DEPORTIVA

Por Pablo Jara Quinteros. Profesor de Educación Física, Magister en Gestión deportiva. pablojaraquinteros@gmail.com
Actualmente la gestión deportiva se ha convertido en un pilar fundamental para que un club o institución deportiva funcione con estabilidad y logre resultados. Cuando este engranaje falla, las consecuencias se sienten en todos los frentes: el rendimiento del plantel baja, los recursos se diluyen y la organización pierde rumbo. Comprender qué origina estas fallas es fundamental para construir proyectos más sólidos y con una mirada verdaderamente profesional.
Uno de los errores más frecuentes es la ausencia de una planificación estratégica que sea coherente con las decisiones diarias. Sin objetivos claros, muchos clubes reaccionan según los resultados del fin de semana, dejando de lado los procesos que realmente sostienen un proyecto. En este sentido, los autores Sánchez y Torregrosa, 2018, en su libro Planificación Estratégica del Deporte, una buena planificación es la que permite mantener estabilidad y evitar decisiones impulsivas. A esta idea se suma González y Martínez (Gestión y liderazgo, 2020), quienes advierten que el problema se agrava cuando quienes dirigen carecen de formación adecuada en áreas como administración o liderazgo.
La falta de profesionalización en los cargos directivos deriva, inevitablemente, en decisiones basadas más en intuiciones que en argumentos técnicos. Esto afecta tanto la proyección institucional como la toma de decisiones económicas. En esta línea, García Ferrando, en su libro sociología del deporte (2015), recuerda que una gestión financiera débil eleva el riesgo de endeudamiento y limita la capacidad de contratar personal calificado.
Otro de los puntos que suele descuidarse es la formación de futbolistas jóvenes. Cuando no se trabaja la base, el club pierde identidad y termina dependiendo de fichajes que muchas veces no se ajustan a las necesidades reales. Esta idea está presente en Hernández y Cárdenas (2019), quienes destacan que una cantera sólida es indispensable para sostener el proyecto deportivo a largo plazo.
La inestabilidad en la dirección técnica es otro problema recurrente. Cambiar entrenadores a cada tropiezo impide consolidar un estilo propio y provoca rupturas constantes en los procesos de formación y cohesión interna. Como señalan Weinberg y Gould (Fundamentos de la psicología del deporte, 2015), la continuidad es un factor decisivo para que un equipo desarrolle una identidad propia y que perdure en el tiempo.
En conjunto, todos estos factores demuestran que la mala gestión deportiva no es fruto del azar. Surge de la ausencia o de una mala planificación, de la debilidad administrativa, de la falta de conocimiento o profesionalización, escasa o nula investigación, del poco trabajo con divisiones menores y de la inestabilidad constante en los proyectos técnicos. Superar estos problemas exige estructuras más firmes, una visión de futuro bien definida y una gestión profesional capaz de sostener el crecimiento deportivo y organizacional en el tiempo.
Hoy en día, el peor enemigo de una organización deportiva no es otra organización deportiva ni otro deporte, como tampoco el contexto social, los deportistas, sus críticos o sus adversarios. El enemigo público número uno es la estructura organizativa local y la misma organización deportiva.
Rubén Acosta Hernández (2005), en su libro Gestión y Administración de Organizaciones Deportivas, señala: “La inercia, combinada con la falta de estructura organizativa, la ausencia de procedimientos administrativos y la ineptitud de los dirigentes deportivos, no sólo destruirá la organización deportiva en sí, sino también el movimiento deportivo como lo conocemos hoy en día”.
Deja una respuesta